jueves, 22 de marzo de 2012






El evangelio de la vida, vital buena noticia
Carta semanal del arzobispo de oviedo
25 de marzo de 2012

Queridos amigos y hermanos: paz y bien.

La vida es algo demasiado grande, demasiado bello, como para no tomárnosla responsablemente en serio. Uno de los pasajes más sugestivos de la Biblia, en el libro de la Sabiduría, tiene una expresión en la que queda manifiesta la intención bondadosa y embellecedora de Dios Creador: «Tú amas a todos los seres y nada de lo que hiciste aborreces, pues, si algo odiases, no lo habrías hecho» (Sab 11,24). Esta es la afirmación humilde que el pueblo cristiano ha hecho a través de los siglos de su historia. No es un Dios hostil al hombre, y el hombre no es extraño ante Dios.

El Beato Juan Pablo II nos regaló una encíclica tomando la vida como argumento de la buena noticia cristiana: «El Evangelio de la vida está en el centro del mensaje de Jesús. Acogido con amor cada día por la Iglesia, es anunciado con intrépida fidelidad como buena noticia a los hombres de todas las épocas y culturas» (Evangelium vitae, 1). Y tanto más sorprendente puede resultar este anuncio cuanto más está en entredicho de mil formas este regalo supremo de Dios que es sencillamente vivir.

En este vale la pena releer un texto del Concilio Vaticano II en donde se puso nombre a los desmanes contemporáneos: «todo lo que se opone a la vida, como los homicidios de cualquier género, los genocidios, el aborto, la eutanasia y el mismo suicidio voluntario; todo lo que viola la integridad de la persona humana, como las mutilaciones, las torturas corporales y mentales, incluso los intentos de coacción psicológica; todo lo que ofende a la dignidad humana, como las condiciones infrahumanas de vida, los encarcelamientos arbitrarios, las deportaciones, la esclavitud, la prostitución, la trata de blancas y de jóvenes; también las condiciones ignominiosas de trabajo en las que los obreros son tratados como meros instrumentos de lucro, no como personas libres y responsables; todas estas cosas y otras semejantes son ciertamente oprobios que, al corromper la civilización humana, deshonran más a quienes los practican que a quienes padecen la injusticia y son totalmente contrarios al honor debido al Creador» (Gaudium et Spes, 27).

En la festividad de la Encarnación del Señor, 25 de marzo, cuando celebramos la Jornada de la Vida, resulta gozoso bendecir una casa que no es patíbulo ni paredón, que no es laboratorio de experimentación humana ni cámara de gas, que no es un “lager”, ni una “checa”, ni un “gulag”, que no es una clínica abortiva. Todo lo contrario: es un lugar donde la vida se acoge y reconoce con esperanza, se la acompaña responsablemente, donde se nutren sus hambres y se vendan sus heridas. Una casa como un hogar cristiano en donde la vida será la cotidiana buena noticia. Mujeres gestantes, sean quienes sean, las madres y sus hijos que llaman a la puerta de nuestro mundo, tendrán ahí un lugar de acogida cuando las posadas de los egoísmos insolidarios y cínicos hayan cerrado sus puertas.

La Congregación de las Madres de Desamparados y San José de la Montaña, abren en este día un centro en Gijón en donde la vida será protegida, la mujer madre acompañada, y los niños no eliminados ni abandonados. Es una buena noticia por la que vale la pena brindar con la gratitud y la esperanza. Nuestra Diócesis de Oviedo así lo hace colaborando activamente con este proyecto que expresa de la mejor forma una de las prioridades del Sínodo Diocesano recientemente clausurado. El evangelio de la vida es una buena noticia vital.

Es un modo precioso de construir un mundo nuevo y contribuir a la renovación de la sociedad porque como decía Juan Pablo II «no es posible construir el bien común sin reconocer y tutelar el derecho a la vida.... Ni puede tener bases sólidas una sociedad que —mientras afirma valores como la dignidad de la persona, la justicia y la paz— se contradice radicalmente aceptando o tolerando las formas más diversas de desprecio y violación de la vida humana sobre todo si es débil y marginada. Sólo el respeto de la vida puede fundamentar y garantizar los bienes más preciosos y necesarios de la sociedad, como la democracia y la paz» (Evang. Vitae 101).

Recibid mi afecto y mi bendición.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

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