jueves, 23 de julio de 2009

Reflexiones sobre la Felicidad ( y 4 )

4.- EL ABANDONO



De la confianza absoluta surge el " abandono ". Dicho con otras palabras, la obediencia. Porqué se que Dios quiere lo mejor para mí y que sabe lo que es bueno para mí mejor que yo mismo, estoy dispuesto a abandonarme en sus manos, a cumplir su voluntad, incluso cuando no la entiendo. Es la actitud de Jesús que, el Jueves Santo por la noche dice a su Padre: " Si es posible, quítame este sufrimiento, pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú ".



La verdadera oración del cristiano solo puede ser: " Hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo ". Es decir: cumple tus proyectos sobre nosotros, lo qué tú deseas para nosotros, aquello para lo que nos creaste: nuestra divinación. Que se realice tu eterno proyecto de salvarnos constituyéndonos hijos tuyos, miembros de tu familia. Al pedir a Dios que realice su Voluntad le estamos suplicando que lleve a pleno cumplimiento su plan eterno de salvación, anunciado por los profetas, ya realizado en Cristo y que se manifestará en plenitud al final de los tiempos, cuando vivamos la vida de Dios para siempre: " Ahora somos ya hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es ".

Esa Voluntad salvífica de Dios es lo mejor para nosotros, ya que Él conoce mejor que nosotros mismos lo que nos conviene. Sin embargo, en nuestra vida concreta, hasta que podamos comprender la verdad de las cosas a la luz de Dios, asumir su Voluntad puede ser costoso y doloroso. Jesús mismo oró en el huerto de los olivos, diciendo: " Padre mío, si no es posible que pase este cáliz sin que yo lo beba, hágase tu Voluntad ". Notemos que Jesús ora a su Padre con las mismas palabras con las que nos invita a orar a nosotros: " Hágase tu Voluntad ". Aceptamos la voluntad de Dios, aunque no la entendamos, porque nos fiamos de Él. Esta actitud la encontramos claramente en María, cuando el la anunciación, después de preguntar y de intentar comprender lo que se le anuncia, termina confesando que lo que se le pide es superior a sus fuerzas, pero se pone en manos de Dios, fiándose totalmente de Él: " Aquí está la esclava del Señor, Hágase en mí según su palabra ( Hágase en mí su Voluntad ) ".

Las últimas palabras que Santa Teresa de Lisieux escribe en sus manuscritos autobiográficos son: " Estoy segura de que aunque tuviera sobre la conciencia todos los pecados que puedan cometerse, iría, con el corazón roto por el arrepentimiento, a arrojarme en los brazos de Jesús, porque sé muy bien cuánto ama al hijo pródigo que vuelve a él. Dios, en su misericordia preveniente, ha preservado a mi alma del pecado mortal; pero no es eso lo que me eleva a él, sino la confianza y el amor ". Hablando con sus hermanas, pocos días antes de morir, puso este ejemplo: " Mirad a los niños pequeños: no cesan de romper y rasgar cosas, de caerse, a pesar de amar mucho a sus padres. Cuando caigo, soy como un niño. Entonces toco con el dedo mi propia nada y mi debilidad y pienso: ¿ Que sería de mí, que haría si me apoyase en mis propias fuerzas ?. Porque no se apoya en sí misma, sino en la misericordia de Dios, se fía de Él y se abandona en sus manos, sabiendo que Él puede sacar de los males bienes y que su proyecto de salvación sobre nosotros es mejor que todos nuestros proyectos, más hermoso que todo lo que nosotros podemos pensar o desear.

sábado, 18 de julio de 2009

Reflexiones sobre la felicidad (3)

3.- LA CONFIANZA

A los 19 años, Santa Teresita hizo unos ejercicios espirituales en los que descubrió vivencialmente que la misericordia de Dios es más grande que nuestras faltas y que para los que viven en el amor de Dios, desaparece el temor. " Sufría por entonces grandes inquitudes interiores de toda clase.... Estaba dispuesta a callar acerca de mi estado, por no saber como expresarme, pero apenas entré en el confesionario, sentí que mi alma se dilataba. Después de haber pronunciado unas pocas palabras, fui comprendida de un modo maravilloso, y hasta adivinada.... Me lanzó a velas desplegadas por los mares de la confianza y del amor, que me atraían tan fuertemente, pero por los que no me atrevía a navegar. Me dijo que mis faltas no desagradaban a Dios.... ¡ Oh, qué dicha experimenté al escuchar estas consoladoras palabras !. Nunca había oído decir que las faltas pudiesen no desagradar a Dios. Esta seguridad me colmó de alegría y me hizo soportar pacientemente el destierro de la vida. En el fondo de mi corazón estaba convencida de que era así, pues Dios es más tierno que una madre. De hecho, ¿ no estás tú, madre mía querida, siempre dispuesta a perdonarme las pequeñas indelicadezas de que te hago objeto involuntariamente ?. ¡ Cuántas y qué dulces pruebas tengo de ello !. Ningún reproche me conmovería tanto como una sola de tus caricias. Soy de un carácter tal,que el temor me echa para atrás, mientras que el amor no sólo me hace correr, sino volar".

Ella nos enseña que, igual que una madre no se enfada cuando su hijo pequeño, que está aprendiendo a caminar, cae al suelo, sino que se preocupa por sí se ha hecho daño y le levanta con afecto, Dios sabe que estamos aprendiendo a ser santos y no se enfada por nuestras faltas, porque nos ama y sólo desea nuestro bien. Él mismo nos ayuda a levantarnos, nos da su perdón cuando volvemos a Él y nos anima a volver a intentarlo.

La confianza surge de la experiencia. Un niño se lanza cotidianamente en los brazos de su madre, y se siente seguro entre ellos, porque ha experimentado muchas veces que su madre lo abraza con afecto. Si cada vez que se lanza a sus brazos, su madre lo lanzara al suelo, el niño se alejaría de ella. Nosotros podemos confiar plenamente en Dios cuando hacemos experiencia de su amor sin límites, de su perdón, de su misericordia. Jesús nos enseña a llamar a Dios " Padre "; es decir, a relacionarnos con Él como un niño pequeño en brazos de su padre. Por eso nos habla de los lirios del campo, que no tejen ni hilan, pero el Padre los viste con más hermosura que el mejor modisto. También nos pone el ejemplo de los pájaros, que no siembran ni cosechan, pero Dios los alimenta. La confianza de Jesucristo en Dios se basa en que Él sabe que nuestro Padre del cielo quiere lo mejor para nosotros y sabe lo que es mejor para nosotros. Por eso se fía de Él.

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Reflexiones sobre la felicidad (2)

2.- EL OLVIDO DE SI.

Cuando un niño está ocupado en una actividad, no piensa en lo que comerá más tarde o en como se vestirá mañana. Tampoco piensa en si lo están mirando o en si tendrá éxito en su tarea. Sencillamamente, se concentra en lo que está haciendo y disfruta de ello. Igualmente los adultos, cuando nos concentramos en nuestras tareas cotidianas y tratamos de realizarlas bien, quedamos tan absortos en su realización, que nos olvidamos de nosotros mismos, de nuestras preocupaciones y. sin pretenderlo, nuestra vida adquiere ( momentaneamente ) su más preciada y adecuada hermosura. " El hombre es humano en la medida en que se pasa por alto y se olvida de si mismo entregándose a una causa a la que servir o a una persona a la que amar. Al sumergirnos en el trabajo o en el amor nos trascendemos a nosotros mismos y de este modo nos autorealizamos ". ( Victor Frankl ).

La excesiva autoobservación es un problema que causa infelicidad y puede degenerar en obsesión enfermiza. Los seres humanos hemos sido creados para la comunión, para pensar en los otros, para salir a su encuentro. Esto exige descentrarnos. El ojo, por ejemplo, sólo se ve a sí mismo cuando sufre alguna irregularidad fisiológica y, debido a esta visión irregular, el órgano del ojo pierde su natural condición de ver las cosas más allá de sí. Por tanto, si el ojo no se pasa por alto a sí mismo, percibe deformadas las realidades externas. Así también, la facultad de ser del hombre se encuentra trastornada en la medida en que no0 va más allá de sí mismo.

Una manera de no encontrar jamás la felicidad, es buscarla con ansiedad, pretender apoderarnos de ella. La felicidad es como una delicada flor, cuyos pétalos se marchitan cuando osamos tocarla. Cuanto más nos obsesionamos en poseer la felicidad, haciendo de todo para conseguirla, más se aleja de nosotros. Cuando una pareja de famosillos sale en televisión diciendo que son muy felices y que están en su mejor momento, es porque están viviendo unas relaciones dificiles. Quien es feliz de verdad no tiene que pregonarlo.

Jesús nos enseño: " El que quiera salvar su vida la perderá; y quien pierda su vida por mi causa, la salvará. Centrarnos en nosotros mismos para " ganar " la vida, para estar a gusto, para ser felices, nos impide alcanzar lo que buscamos. Salir de nosotros mismos, para buscar la felicidad y el bienestar de los demás, aunque nos cueste sacrificio, " salva " nuestras vidas, las da un sentido, nos hace felices.

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martes, 14 de julio de 2009

Reflexiones sobre la Felicidad (1)

Esta reflexión esta escrita por el Padre Eduardo Sanz de Miguel o.c.d., me han parecido de una gran claridad y abusando de su confianza, me permito reproducirlas, para que podamos disfrutarla.

A lo largo de los siglos, filósofos y pensadores han reflexionado sobre la felicidad. Aristoteles, por ejemplo, dice que todos los hombres aspiran a la felicidad, pero reconoce que no se ponen de acuerdo entre si para definir en que consiste. Unos creen que es el placer o la riqueza. Otros piensan que es la practica de la virtud. A lo largo de los siglos, algunos hombres han buscado la satisfacción de todos los deseos que producen placer. Otros, por el contrario, recomiendan despojarse de los mismos deseos y negar los apetitos. Las propuestas de vida para encontrar la felicidad han sido tan variadas en los distintos tiempos y culturas, que es imposible conocerlas todas. Los numerosos libros modernos de autoayuda hablan de la autorealización personal, con un montón de recetas para alcanzarla. Pero no debe ser muy sencillo, cuando tanto no la consiguen, a pesar de poner en práctica todas sus recomendaciones. Yo creo que solo se puede ser feliz quien descubre que su vida tiene un sentido. La falta de sentido en la propia vida es la fuente de las mayores frustraciones y de muchas depresiones.

Dado por sentado que nuestra vida adquiere un sentido cuando nos sabemos amados y somos capaces de amar, voy a hablar únicamente de dos conceptos que hacen referencia a nuestra vida humana ( la aceptación y el olvido de sí ) y de otros dos que hacen referencia a nuestra relación con Dios ( la confianza y el abandono ).

1.- LA AUTOACEPTACION

Acaba de morir Michael Jackson. Un perfecto ejemplo de lo que supone la no aceptación de la propia historia y del propio físico, del intento por construir una apariencia y una realidad a la medida de sus ilusiones, con la esperanza de que el fruto de su obra sería la felicidad, se une a la historia de otros tantos, que han triunfado humanamente, pero no han encontrado la felicidad. Abderramán III, por ejemplo, después de cincuenta años de poder y esplendor, escribió: " los días de pura y auténtica felicidad que he disfrutado en toda mi vida suman catorce ".

Es significativo que la mayor parte de las intervenciones quirúrgicas en países occidentales sean de cirugía estética. Casi nadie se acepta a si mismo.

El comienzo de la Historia de un alma de Santa Teresita, puede ayudarnos a reflexionar sobre la autoaceptación. No todos somos rosas, ni todos somos claveles, pero casa flor es hermosa en sí misma. De nada sirve que una margarita quiera ser violeta: no lo conseguirá y vivirá amargada. Cada ser humano es una obra maestra de Dios, única e irrepetible y la historia de cada persona tiene un sentido oculto, que sólo se manifestará plenamente en el momento oportuno.

" Abriendo el Evangelio, mis ojos se encontraron con estas palabras: " Subió Jesús a una montaña y fue llamando a los que él quiso, y se fueron con él ". He aquí el misterio de mi vocación, de mi vida entera, y sobre todo, el misterio de los privilegios que Jesús ha querido dispensar a mi alma. El no llama a los que son dignos, sino a los que él quiere, o, como dice San Pedro " Tendré misericordia de quien quiera y me apiadaré de quien me plazca ". No es pues, cosa del que quiere o del que se afana, sino de Dios que es misericordioso. Durante mucho tiempo me he preguntado por qué Dios tenía preferencias, por qué no recibían todas las almas las gracias en igual medida. Me preguntaba por qué los pobres salvajes, por ejemplo, morían en gran número sin haber oído ni tan siquiera pronunciar el nombre de Dios.

Jesús ha querido darme luz acerca de este misterio. Puso ante mis ojos el libro de la naturaleza y comprendí que todas las flores que él ha creado son hermosas, y que el esplendor de la rosa y la blancura del lirio no le quitan a la humilde violeta su perfume, ni a la margarita su encantadora sencillez. Comprendí que si todas las flores quisieran ser rosas, la naturaleza perdería su gala primaveral y los campos ya no se verían esmaltados de florecillas.... Eso mismo sucede en el mundo de las almas, que es el jardín de Jesús.

Comprendí también que el amor de nuestro Señor se revela lo mismo en el alma más sencilla que no opone resistencia alguna su gracia, que en el alma más sublime. Y es que, siendo propio de amor el abajarse, si todas las almas se parecieran a las de los santos doctores que han iluminado a la Iglesia con la luz de su doctrina, parecería que Dios no tendría que abajarse demasiado al venir a sus corazones. Abajandose de tal modo, Dios muestra su infinita grandeza y se ocupa de cada alma personalmente, como si no hubiera más que ella.

Mi vida tiene un sentido porque Dios tiene un proyecto de amor sobre ella. No me importa si soy clavel o jazmín. No tengo que compararme con nadie. No importan tampoco mis fallos pasados o mis limitaciones físicas, psicológicas o intelectuales. Lo que verdaderamente importa es que Cristo me ama y me acepta como soy. Él quiere ayudarme a ser mejor. Pero no espera a que yo sea mejor para amarme. Ya me ama más de lo que yo me puedo amar a mí mismo, ni entiendo. En el momento oportuno, me dará su luz y comprenderé que toda mi vida tiene un sentido y que cada acontecimiento de mi existencia se integra armónicamente en él. Aunque ahora no lo vea, ni lo comprenda.

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jueves, 2 de julio de 2009

Apertura Año Santo Sacerdotal

El viernes 19 de Junio, en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, fue la apertura del año Santo Sacerdotal, que coincide con el 150 aniversario de la muerte de San Juan María Vianney ( El Santo Cura de Ars ).

El Cardenal Hummes, Prefecto de la Congregación para el Clero, ha escrito un carta, en la que afirma: " La Iglesia quiere decir, sobre todo a los sacerdotes, pero también a todos los cristianos, que está orgullosa de sus sacerdotes, que los ama y los venera, que los admira y reconoce con gratitud sus trabajo pastoral y sus testimonio de vida. Verdaderamente los Sacerdotes son importantes no sólo por cuanto hacen, sino sobre todo, por lo que son....., aunque algunos se hayan visto implicados en graves problemas y situaciones conflictivas "

Hoy quiero dar las gracias a Dios, por la vida del Padre Kentenich, por su testimonio, por permanecer siempre fiel, que bien lo recoge el epitafio en su tumba: " AMO A LA IGLESIA ", porque a veces es fácil ser fiel, por un periodo de tiempo, pero ser fiel toda nuestra vida, esta al alcance de muy pocos, gracias Padre, por todo lo que significas en nuestra vida y en la vida de tantos millones de personas.

En nuestra gratitud al Padre, también esta el agradecimiento a tantos sacerdotes que han sido y son importantes en nuestra vida, gracias por vuestro " si ", por vuestra entrega, y generosidad, que el buen Padre Dios os recompense, como solo El, sabe hacerlo.

Dios en las Calles de Nueva York

Cuando la lucha es a brazo partido, para que vivamos nuestra dentro de nuestras casas, dentro de nuestras parroquias, sin dar testimonio público, nuestra voz debe ser unánime, somos ciudadanos de primera, como todos los demás.

Estamos llamados a proponer a nuestro Señor, desde todos los ámbitos, también en la calle, sin tener miedo, ni vergüenza de lo que somos, en los momentos de flaqueza contamos con EL, y con el poder de la oración, pidamos que el Espíritu Santo, nos ilumine y nos de las fuerzas necesarias, porque estamos llamados a transformar nuestras vidas, a vivir con coherencia los que decimos y a salir al encuentro con los demás.

Además los hacemos sabiendo, que nuestra misión es ser sembradores de esperanza, y que los frutos los recogerá EL, cuando quiera y como quiera.